El presidente de Estados Unidos anunció una nueva política comercial basada en lo que describe como una falta de equilibrio entre las relaciones económicas con la Unión Europea. Argumenta que es momento de reformar los intercambios comerciales para que sean más equitativos, citando el prolongado déficit que mantiene el país frente al bloque europeo.
Como parte de esta postura, se establece un nuevo impuesto del 30% sobre los productos europeos que ingresen al mercado estadounidense, excluyendo los gravámenes sectoriales ya existentes
La propuesta incorpora una vía para evitar los aranceles: si las empresas europeas trasladan la producción a suelo estadounidense, las barreras desaparecerían. Además, se promete agilidad burocrática para facilitar estos procesos en cuestión de semanas. En paralelo, el gobierno estadounidense exige que Europa abra por completo su acceso comercial a los productos estadounidenses y elimine sus propias tarifas como paso necesario para lograr una relación económica más justa entre ambas potencias.