El circuito profesional de tenis ha puesto de manifiesto la creciente importancia de la gestión física y la salud mental en la élite. Tras conquistar el Torneo de Tokio, el número uno del mundo, Carlos Alcaraz, tomó una decisión estratégica: bajarse del Masters de Shanghái. Si bien coronarse en Japón fue una demostración de autoridad y el cierre de un torneo magnífico, el retiro del siguiente evento responde a la necesidad de proteger su tobillo y evitar un desgaste excesivo de cara a los últimos y cruciales objetivos de la temporada, como la Copa de Maestros.
Esta precaución de Alcaraz refleja una tendencia entre los mejores atletas, quienes priorizan la longevidad y la condición física óptima por encima de la acumulación de puntos a corto plazo. No obstante, la otra cara de la moneda es la lucha constante contra las lesiones. La tenista española Paula Badosa ha tenido que dar por terminada su temporada, incapaz de lograr la continuidad deseada debido a problemas físicos recurrentes.
En contraste, el deporte ha visto un auge en el reconocimiento del tenis femenino y otras disciplinas femeninas. Este crecimiento en popularidad, impulsado por figuras resilientes como Serena Williams, que siempre es un ejemplo de superación, indica que el espectáculo deportivo está evolucionando, exigiendo a sus estrellas una mezcla de rendimiento físico máximo y una planificación de carrera inteligente y centrada en el bienestar a largo plazo.