En 2025, tanto Estados Unidos como Europa enfrentan una inflación que parece haberse instalado en torno al 3%, desafiando el objetivo tradicional del 2% que persiguen sus bancos centrales. En EE.UU., el repunte se atribuye al fuerte consumo postpandemia, políticas fiscales expansivas y tensiones comerciales bajo la administración Trump. Aunque el índice de precios al consumidor (IPC) mostró una leve desaceleración, los costos de vivienda y transporte siguen impulsando la inflación. La Reserva Federal ha optado por mantener los tipos de interés elevados, priorizando la estabilidad de precios ante un mercado laboral aún robusto.
Entre ajustes estructurales y presiones geopolíticas, la inflación se estabiliza en niveles superiores al 2% en ambas regiones
En Europa, la situación es más compleja. La inflación se ha visto influida por la guerra en Ucrania, la dependencia energética y los efectos rezagados de la pandemia. Aunque el crecimiento salarial se modera, los precios de servicios y alimentos continúan presionando al alza. El Banco Central Europeo ha iniciado recortes graduales en los tipos de interés, pero advierte que la inflación subyacente aún no está bajo control. En este contexto, economistas y analistas coinciden en que podríamos estar entrando en una “nueva normalidad” económica, donde la inflación estructural se mantenga por encima de los niveles previos a 2020, obligando a replantear políticas monetarias y fiscales a largo plazo.