Haití atraviesa una de las peores crisis humanitarias y de seguridad de su historia reciente. Desde la muerte del presidente Jovenel Moïse en 2021, el país ha vivido un deterioro institucional acelerado, sin elecciones, con gobiernos provisionales y un vacío de poder cada vez más profundo.
Bandas armadas dominan la capital mientras la ayuda internacional se demora
Bandas criminales controlan buena parte de Puerto Príncipe, la capital, incluyendo zonas clave como puertos, hospitales y carreteras. La población vive atemorizada por secuestros, saqueos, asesinatos y violencia sexual. Cientos de miles de personas han sido desplazadas.
La comunidad internacional, liderada por la ONU, ha prometido el despliegue de una misión multinacional liderada por Kenia para apoyar a la policía haitiana. Sin embargo, la llegada de esa fuerza ha sufrido múltiples retrasos por razones logísticas y legales.
Mientras tanto, la economía está paralizada, la inflación es extrema y el hambre afecta a más del 40% de la población. Las organizaciones humanitarias enfrentan dificultades para operar debido a la inseguridad.
Haití necesita no solo seguridad, sino también un proceso político legítimo y el fortalecimiento de sus instituciones democráticas. La comunidad internacional debe actuar con urgencia, pero también con respeto a la soberanía del país.