Unas 70.000 personas se manifestaron en Belém, Brasil, durante la COP30, exigiendo justicia climática y una transición ecológica que respete los derechos territoriales de los pueblos indígenas.
Los manifestantes, muchos de ellos indígenas de la cuenca amazónica, criticaron las políticas de infraestructura en el Amazonas, el uso de combustibles fósiles y la falta de una voz real en las negociaciones climáticas.
Líderes indígenas indicaron que el discurso oficial no refleja sus demandas históricas y que están “aunque no nos quieran escuchar”, como señaló uno de sus voceros.
Este reclamo se suma a la presión global para que en la COP30 se reconozca la dimensión social del cambio climático: no basta con reducir emisiones, también es necesario proteger derechos humanos y territoriales.
Análisis: La movilización indígena es un potente recordatorio de que las cumbres climáticas no solo impactan variables medioambientales, sino vidas y culturas. La protesta pone en primer plano la desigualdad entre los que sufren las peores consecuencias del cambio climático (frecuentemente comunidades indígenas) y los que tienen más poder para definir políticas globales. Además, propone un enfoque más inclusivo: las soluciones climáticas deben considerar justicia social y participación real, no solo datos técnicos. Si los líderes en la COP30 ignoran estas demandas, corren el riesgo de legitimar acuerdos que beneficien más a las potencias que a los pueblos vulnerables.