La historia de Omar Yaghi, galardonado con el Premio Nobel de Química 2025 (junto a Susumu Kitagawa y Richard Robson), es un poderoso testimonio de cómo la adversidad puede encender una chispa de genialidad. Nacido en una humilde familia de refugiados palestinos en Jordania, Yaghi creció en un hogar que carecía de comodidades básicas, incluyendo agua corriente y electricidad. Esta experiencia de escasez en el desierto se incrustó en su memoria, alimentando una búsqueda que, décadas más tarde, culminaría en una innovación capaz de combatir la sequía global. En la Universidad de California en Berkeley, Yaghi se convirtió en el «padre» de la Química Reticular, la ciencia que le permitió diseñar y construir los revolucionarios Armazones Metal-Orgánicos (MOF). Estas nanoestructuras porosas, creadas al unir metales y moléculas orgánicas como si fueran piezas de Lego atómicas, tienen una superficie interna inmensa: un gramo de MOF puede tener la misma área que un campo de fútbol. Esta porosidad extrema resultó ser la clave para una de las aplicaciones más urgentes de la humanidad.
Cómo una Infancia sin Agua Corriente Inspiró la Ciencia que Venció a la Sed en el Clima Más Árido
La aplicación estrella de las MOF, y la que lo llevó a la cima de la ciencia mundial, es la capacidad de producir agua potable en el desierto utilizando únicamente la humedad del aire y la energía solar. El invento de Yaghi funciona como una «esponja molecular» altamente eficiente. Por las noches, las MOF atrapan las moléculas de vapor de agua del aire, incluso en ambientes de muy baja humedad relativa (como el desierto de Arizona, donde fue probado con éxito). Durante el día, el material se calienta pasivamente con la luz del sol, liberando el agua condensada en forma líquida y extremadamente limpia, sin necesidad de electricidad externa ni sistemas de bombeo complejos. Este dispositivo ha demostrado la capacidad de generar varios cientos de mililitros de agua por cada kilogramo de MOF al día, abriendo una puerta a la autosuficiencia hídrica para comunidades en zonas áridas. El Nobel de Yaghi no es solo un reconocimiento a la arquitectura molecular; es la validación de que la química, inspirada por una necesidad profunda, tiene el poder de resolver los mayores desafíos del siglo XXI, transformando la escasez en una fuente vital.