La psicóloga y experta en desarrollo personal, Irene Albacete, ha capturado la atención en redes sociales con una poderosa reflexión sobre uno de los rasgos más distintivos de la alta inteligencia emocional (IE): la incapacidad de odiar. Según Albacete, una persona con verdadera IE «no odia a nadie, porque sabe por qué actúan como actúan». Esta frase se aleja de la noción de que la inteligencia emocional es solo sobre manejar las propias emociones; en realidad, se enfoca en la profunda capacidad de comprensión del dolor ajeno. Cuando alguien actúa con crueldad, rabia o hace daño, la persona emocionalmente inteligente no lo ve simplemente como «maldad», sino como una manifestación de dolor no resuelto, un «niño herido que nunca sanó, que creció en un cuerpo de adulto con heridas de infancia», como explica la propia Albacete. Esta visión permite transformar el juicio y el resentimiento en empatía y distancia protectora.
Entendiendo la Raíz del Comportamiento Negativo en Lugar de Juzgar
La clave del planteamiento de Albacete reside en la despersonalización del ataque. Quien posee una alta IE entiende que la rabia o las actitudes tóxicas de otra persona no son dirigidas únicamente hacia ellos, sino que son proyecciones de sus propias heridas hacia quien se encuentre delante. Al reconocer este patrón, la persona deja de tomarse las acciones difíciles de los demás como algo personal, lo que es el motor principal del odio. La inteligencia emocional, por lo tanto, no significa volverse inmune al dolor, sino saber reconocer el dolor ajeno sin permitir que te destruya. Esto es crucial para mantener la paz mental y el equilibrio emocional. La comprensión profunda de las motivaciones humanas (sean estas el miedo, la inseguridad o traumas pasados) permite mantener la calma, evitar ser arrastrado por el daño ajeno y, en última instancia, cultivar una vida libre del peso destructivo del odio. La lección es clara: buscar la causa en lugar de la culpa es el camino hacia la verdadera libertad emocional.