La ola de inundaciones que ahora desborda gran parte de Asia ha causado estragos, incluso cuando julio se registró como el tercer mes consecutivo con un aumento de temperatura global bajo los 1,5 °C respecto a niveles preindustriales, según datos del programa Copernicus de la Unión Europea. Sin embargo, la crisis no da tregua. Hong Kong recibió en agosto la mayor cantidad de lluvia desde 1884, paralizando la ciudad. En la India, el estado de Uttarakhand sufrió una inundación repentina provocada por una «nube de tormenta», que en 48 horas dejó hasta cinco veces más lluvia de lo usual para la temporada.
Mientras tanto, al sur de China y en Pakistán, fuertes lluvias también provocaron inundaciones mortales. Investigadores del grupo World Weather Attribution señalaron que el cambio climático causado por el ser humano incrementó en un 15% la intensidad de las inundaciones en Pakistán. Aunque el ritmo de calentamiento climático haya mostrado una leve desaceleración temporal, sus consecuencias extremas continúan manifestándose en forma de eventos como inundaciones, incendios y olas de calor.
La lección es clara: la crisis climática sigue activa. Estos desastres evidencian que la transición urgente hacia las energías renovables ya no es solo una meta, sino una necesidad inmediata para limitar una mayor degradación del planeta.